jueves, 28 de enero de 2010

¿Artes escénicas en Asturias?

A los actores, o las gentes de la escena, en general, nos resultaría "más rentable" defender la industria audiovisual y dedicarnos al cine y la TV, pero daríamos la espalda a un arte milenario, ecléctico por excelencia, que relaciona en vivo y en directo a unos espectadores con unos artistas deseosos de mostrar su virtuosismo con su cuerpo y voz, sus habilidades con los instrumentos musicales, objetos malabares, o la magia; con sus construcciones escenográficas, el vestuario, la caracterización; o con otros recursos menos milenarios como la iluminación o los medios audiovisuales…
En las comparecencias que mantuvieron especialistas de la cultura respecto al anteproyecto de ley de patrimonio cultural del Principado de Asturias, incluida la Unión de Actores y la Asociación de Compañías Profesionales de Teatro, ya quedó patente el nulo interés de los políticos por considerar los hechos escénicos, como la danza y el teatro, bienes a proteger, aunque fuera de forma implícita. El tiempo demuestra que la propia ley es incapaz de preservar espacios escénicos en claro riesgo de derribo o transformación. La economía de mercado, la fiebre especulativa de todos, ha hecho que incluso los principales impulsores de la promoción y difusión cultural, como son los ayuntamientos, argumenten a favor de los propietarios de espacios de uso cultural para que obtengan rentabilidad de ‘cualquier forma’; pueden considerar, sin sonrojarse, que la declaración de bien de interés cultural para un inmueble puede hipotecar a los afectados por dicha declaración. ¿Los PGOU solo sirven para ordenar la forma de especular? ¿Por qué no promueven y/o difunden leyes de mecenazgo para favorecer a quien conserve y fomente esos bienes culturales? Está claro que planificar no es su fuerte.
Los espacios escénicos, en sus múltiples formas, son el soporte físico imprescindible para que se produzca el hecho escénico; y no se pueden desvincular sus aspectos funcionales de su arquitectura. Los nuevos equipamientos culturales, salvo excepciones, sufren graves defectos que condicionan los resultados de las puestas en escena o limitan su potencial para realizar programaciones: no se puede aforar, no se puede iluminar, no hay espacios anexos al escenario, no se puede acceder cómodamente con los bártulos, no existen recursos humanos especializados en su gestión y mantenimiento, etc. Los gijoneses, en particular, pueden darse un garbeo para ver las fallidas inversiones en equipamientos escénicos de la ciudad con graves defectos funcionales (El Centro Integrado de El Coto es un ejemplo perfecto).
Con todo esto, en muchos ayuntamientos e incluso en el propio gobierno autónomo aparece una enorme disfunción que les hace inoperantes para proteger las artes escénicas; gestionar de forma conjunta la promoción cultural pública y la privada les resulta, sospechosamente difícil, aún más, cuando en otros ámbitos son capaces de hacerlo con la sola excusa de defender puestos de trabajo. El mundo de la escena ni siquiera tiene la consideración de industria cultural.
La ayuda pública es su única alternativa para sobrevivir. En Asturias no existe ningún espacio privado que programe actividades escénicas, el mayor cliente de las compañías y grupos son los ayuntamientos cofinanciados, casi siempre, por el gobierno autónomo; y la mayor parte de las actividades escénicas son gratuitas. Si hacemos una comparación con otras actividades lúdicas que precisan de espacios físicos a la carta, como el deporte, museos, el cine… observamos que existe un interés por parte de las instituciones públicas de que el ciudadano comprenda los costes de esas inversiones y el servicio que pueden prestar; por lo general tienden a controlar sus accesos de forma sistemática, bien para hacer estadísticas de usuarios o para gestionar el pago por servicio. Un museo no se abre sin una dotación de recursos humanos: administrativo, director/gerente, vigilantes, etc., ni una piscina, o una cancha deportiva cubierta…
Un teatro se abre sin dotación de recursos humanos, y, salvo excepciones, sin recursos materiales mínimos: iluminación, sonido, cámara negra, o sistemas para aforar, escenario fácilmente accesible desde el exterior… En muchas ocasiones, ni siquiera la presencia de los artistas en un escenario para preparar la representación moviliza a una sola persona que se haga responsable o apoye los trabajos en ese espacio escénico.
¿Estamos en una situación sostenible? Los espectadores y los artistas ya estamos acostumbrados a convivir con la rentabilidad. Sabemos cuál es el interés de unos y otros por la escena. Los que programan, por su responsabilidad, buscan ‘productos garantizados’. ¿Imaginamos un espectáculo deportivo donde conozcamos de antemano el resultado? ¿Estamos promocionando aficionados críticos y asiduos, o aficionados conformistas y esporádicos?
El teatro Arango y el Instituto de las Artes Escénicas de Asturias (ITAE) son ejemplos de la desidia institucional para la promoción de los hechos escénicos.
El teatro y la danza en Asturias, corren el riesgo de convertirse en hechos testimoniales irrelevantes, en convidados de piedra para animar actos lúdico/festivos promociónales, instrumentalizados como bufones de la corte, para divertir al ciudadano en contextos que poco tienen que ver con su propia dignidad.
Y para finalizar. Los artistas, como la mayoría de los ciudadanos, hemos defendido desde la cultura lo que parece de sentido común, la paz y el no a la guerra; para eso hemos sacado de contexto los más nobles valores y los hemos puesto al servicio de una causa humanitaria. Y fuimos criticados por participar de un movimiento ciudadano etiquetado políticamente contra el gobierno de Aznar. Con el Teatro Arango, un tema muy próximo, también se nos ha querido etiquetar, pero para despreciar nuestras demandas casi gremiales (como las de los astilleros). Cabe deducir que los artistas del teatro y la danza asturianos solo servimos para cubrir los huecos que dejan "los grandes capitales de la cultura" que quieren tocar poder o aproximarse a él.
Las Artes Escénicas necesitan apoyo público para conseguir el aprecio ciudadano.

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