jueves, 28 de enero de 2010

CINES, CINES, CINES...

Corrían los años setenta…Que tus padres te llevaran al cine era sin lugar a dudas un premio. La primera vez que fui tenía seis años, mi padre me llevó a ver El Conde de Montecristo en el Cine Fruela de Oviedo. Este cine era un sótano del Cine Aramo, en cuyo lugar hoy se levanta una tienda de moda que ha conservado algunos elementos decorativos de lo que fue el cine. Luego estaba el cine de los domingos por la mañana en la Fundación Masaveu, un colegio de los Salesianos que nos cogía muy cerca de casa. Allí vi algunas de las series B de cine de romanos como Mesalina, Demetrio y los gladiadores, Atila, hombre o demonio, Escipión el Africano o El coloso de Rodas. Todas las películas iban precedidas de un sermón dominical sobre la educación y la compostura que solía acabar en una sonora pitada de impaciencia.De estas películas de romanos la que recuerdo especialmente es Ben Hur, por haberla visto en el Real Cinema, que tenía una pantalla enorme para disfrutar del formato 70/70. La carrera de cuadrigas me pareció impresionante, tal parecía que los caballos nos pasarían por encima en cualquier momento. La vi con mi madre con quien también vi en aquellos años algunas reposiciones de clásicos como Por quien doblan las campanas, Gigante, y esa historia de amor infinito que aún hoy es mí preferida entre todas las posibles, Dr. Zhivago.Fiebre del Sábado noche fue la primera película para mayores de dieciocho años que conseguí ver cuando tenía once años. Fue en el Cinemar de Llanes. Pude colarme entre la multitud de fans desesperadas de Travolta. En aquel momento y para un niño de once años la historia de Toni Manero resultaba bastante excitante pues no sabía exactamente que era aquello que ocurría entre chicos y chicas pero ya iba haciéndome una idea. Así que con objetivos puramente científicos la película resultó ser bastante aclaratoria en los términos que yo esperaba por entonces por supuesto…más que por la película en si, por los achuchones que las parejas se daban en los asientos contiguos al que yo ocupaba. En el año 2002 hubo un incendio al parecer provocado, y el Cinemar, en el que tantas películas de verano había visto, ardió sin remedio. Ya en la Universidad comencé a frecuentar los Clarines, tres salas en las que se proyectaban versiones originales y películas premiadas en los festivales. En ellas fue donde vi por primera vez una película china Sorgo Rojo, en la que me enamoré de Gong Li. En ellos también vi otras maravillas como Los sueños de Akira…, Hero, Adiós a mi Concubina, Comer vivir, amar; etc. Todas ellas despertaron mi interés por el mundo asiático, por sus gentes y por sus diferentes culturas.Muchos de estos cines hoy ya han cerrado, son centros comerciales, cafeterías, etc. Aún así, cuando paso por delante del lugar donde estaban anteriormente , no dejo de pensar en los buenos momentos que pase allí, mientras esta simpática sintonía me viene a la memoria para recordarme que aún quedan por delante muchas sesiones de buen cine…¡Que empiece la sesión!

No hay comentarios:

Publicar un comentario