
Al final de «Nuovo Cinema Paradiso», el niño que protagoniza la cinta, Toto, regresa, ya adulto, a su pueblo natal para asistir al entierro de Alfredo, el viejo proyeccionista. Al llegar a la villa siciliana en la que se crió, Toto, convertido en un reconocido cineasta, observa con impotencia el derribo del cine que da título a la película, el mismo en el que él comenzó a amar el arte cinematográfico, para edificar un aparcamiento en su parcela. Durante muchos meses, los vecinos de Pola de Siero temieron que la destrucción de ese nuevo Cinema Paradiso imaginado por Giuseppe Tornatore se reprodujese en la vida real, debido al lamentable estado del emblemático Cinema Siero, que durante muchos años estuvo en venta. Sin embargo, los peores augurios finalmente no se cumplieron y la cesión firmada esta misma semana entre el Ayuntamiento de Siero y la empresa propietaria del inmueble, Promociones Moro Inmobiliaria Playa Gijón, ha garantizado la pervivencia del edificio. No obstante, en el concejo hay varios cines que no han corrido la misma suerte, con intervenciones que han alterado por completo su estructura y, en algunos casos, han destruido el edificio. Los años dorados La implantación del cinematógrafo en Siero fue bastante tardía, pues antes de la segunda década del siglo XX no había ningún cine en el concejo. En esa época, los dos teatros polesos, el Amalia y el Cervantes, comenzaron a exhibir proyecciones cinematográficas. El caso del Cervantes es ciertamente espectacular, pues, tras una reforma realizada en la posguerra, se convirtió en el cine con mayor aforo del concejo, llegando a 500 localidades, posición de privilegio que mantuvo hasta la construcción, ya en los años sesenta, del Cinema Siero. Pero el primer cine de la zona parece ser que no estaba en Siero, sino en el vecino concejo de Noreña, donde en 1915 ya estaba en funcionamiento el cine El Progreso. En aquellos momentos, este cine respondía a la categoría arquitectónica del «pabellón»: un espacio de reminiscencias teatrales, heredero de las barracas de feria, con un escenario sobre el que se desarrollaban espectáculos de «varietés», que se complementaban con la emisión de películas de una o dos bobinas. Estos espectáculos eran eminentemente populares, con música en directo y un «explicador» que comentaba los cortometrajes al público, y suponen la transición entre la revista decimonónica y el cine propiamente dicho. Precisamente, el cine El Progreso fue ejemplar en este sentido, pues en 1933 su patio de butacas sufrió una modificación, llevada a cabo por el arquitecto noreñense Enrique Rodríguez Bustelo, que eliminaba el escenario y alteraba el espacio interior para adecuarlo a las necesidades de la propia exhibición cinematográfica.El momento de esplendor del cinematógrafo en Siero se produjo en los años cincuenta, cuando, en apenas diez años, se erigió una docena de cines en el concejo. El primero de ellos fue el Cine-Casino de la colonia minera de Solvay, en 1953, al que siguieron otros tan populares como Valeriano León, de Granda; los cines Nora y Avenida, de Lugones; el Vada, en Carbayín, y el Asturias, en ValdesotoÉ La crisis de los ochenta La mayor parte de estos cines tuvo en torno a treinta años de vida. Los que quedaban en pie en los años ochenta no pudieron sobrevivir a la crisis del negocio cinematográfico en la época y sus inmuebles fueron destinados a los más variados usos. El caso del cine El Progreso, de Noreña, el último en cerrar en la zona, resulta nuevamente significativo. El inmueble mantuvo inalterada su función hasta entrados los años noventa, pese a cambiar de dueños varias veces, así como de denominación, pues el local es más conocido entre los vecinos por alguno de sus nombres posteriores: Cine Argüelles y Cine Marcel. Adquirido por los propietarios del hotel Cabeza, entre los años 1992 y 1993 se produjo una profunda remodelación en el inmueble para destinarlo a usos hoteleros, albergando hoy día el hotel Doña Nieves. Algo parecido ocurrió con el cine de El Berrón, El Charruqueru, que fue derribado para convertirlo en un edificio de viviendas. Pero, sin duda, el destino más azaroso lo ha tenido el Cine Nora, de Lugones: convertido durante la transición en el Cabaret Papillón, su situación en la zona industrial de Los Peñones hizo que ya en los ochenta fuese remodelado para albergar un taller mecánico. Mientras tanto, el otro cine de la localidad, el Avenida, sigue esperando una remodelación que quizá nunca llegue. En cuanto a los dos cines más grandes de la zona, el Cervantes y el Cinema Siero, sufrieron suertes paralelas, puesto que el segundo parece destinado a ser la futura sede de las dependencias municipales que ahora ocupan el inmueble del antiguo teatro. Pese a que la función administrativa dista mucho de ser la ideal para estos inmuebles, siempre es mejor que su derribo para construir un aparcamiento.
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